Es habitual que creamos que los bebés tienen un organismo tan inmaduro que hace que no sean capaces de recordar o distinguir personas, pero nada más lejos de la realidad. Los bebés empiezan a generar recuerdos desde que están en el útero.
A partir del tercer trimestre de embarazo, el feto está lo suficientemente desarrollado como para empezar a almacenar recuerdos y experiencias. Aunque cuando somos adultos no recordamos la sensación de estar dentro del útero ni el momento del parto, los bebés recién nacidos sí que conservan estas memorias.
Esto se debe a que las primeras memorias del bebé son memorias inconscientes. Es decir, el pequeño es capaz de reconocer las voces de sus padres, algunos olores y sensaciones, pero no sabe determinar de dónde vienen. Este tipo de recuerdos es importante, ya que hará que su adaptación a las rutinas y horarios sea más fácil. A medida que crece, su cerebro seguirá desarrollándose y entonces comenzarán a aparecer los recuerdos conscientes.
En esta etapa de crecimiento, comienzan a generarse experiencias y recuerdos que afectarán inconscientemente a nuestra personalidad cuando seamos adultos. Por ejemplo, si un bebé se asusta por algún sonido o animal, es probable que crezca con este miedo arraigado a su psique y sea un adulto con miedos que en un primer momento parecerán irracionales.
A partir de los tres meses, el cerebro del bebé comenzará a estar lo suficientemente desarrollado como para almacenar recuerdos cada vez más conscientes. Sus conexiones neuronales han madurado lo suficiente como para saber reconocer rutinas, algunos juguetes y los rostros de sus familiares más cercanos.
En torno a los nueves meses y en adelante, su desarrollo físico e intelectual hará que sea capaz de interactuar con los demás y recordar juegos, objetos y personas. Esta evolución seguirá su camino y el pequeño tendrá muchas memorias almacenadas que irán desapareciendo paulatinamente. Este proceso se conoce como amnesia infantil y es la responsable de que no tengamos recuerdos de cuando éramos recién nacidos o bebés.
Los estudios científicos realizados para arrojar luz sobre la amnesia infantil parecen determinar que la razón podría estar en los siguientes aspectos:
- Neurogénesis. La continua creación de neuronas durante el desarrollo del niño haría que se “sobreescribiesen” los recuerdos de la infancia, olvidando aquellos ocurridos antes de los 4 años.
- Desarrollo lingüístico. Podría ser que esta amnesia estuviese producida por la ausencia de desarrollo del lenguaje, lo que haría imposible la organización de las memorias.
- Ausencia del “yo”. Durante esta edad, los niños desconocen que existen o que tienen una identidad propia, lo que dificulta la persistencia de los recuerdos.
Dicho esto, es importante que durante su educación y crecimiento se realicen ejercicios para estimular su memoria y favorecer su desarrollo intelectual. Seguro que has escuchado la expresión: “Los niños son como esponjas”. Esta frase hecha hace referencia a la plasticidad del cerebro durante la infancia, que favorece el aprendizaje de habilidades y el desarrollo de capacidades cognitivas.
Mediante la estimulación de esta capacidad cognitiva aumentará el rendimiento intelectual del niño, promoviendo el desarrollo del raciocinio, la memoria, la creatividad y la lógica, entre otros, mientras se previenen posibles trastornos del aprendizaje como el Déficit de Atención e Hiperactividad o la dislexia.